21 junio 2011

Proposición indecente

       No creo en las casualidades. Para mí, las personas y situaciones que forman pieza a pieza el puzzle de mi ser, lo son por alguna razón en concreto. Con algunos recorro un camino durante largo tiempo; con otros, comparto apenas unos pasos pero con todos aprendo y me transformo. Soy una persona que cierra los capítulos viejos antes de empezar los nuevos; no dejo asuntos a medias; sé muy bien que dar marcha atrás no es una opción. Los tropiezos que he tenido me han enseñado esto. 

Pero... 
...A mí nunca me cuadran las ecuaciones matemáticas.

       En mi vida, ese discreto error de cálculos se llama... bueno, digamos que es mi amigo. No es que hayamos sido grandes amigos ni dos personas en el mismo bar que deciden pasar una noche juntos. No, ni una cosa ni la otra. Desde que nos conocemos, mi amigo es la casualidad personificada. No sé cuándo voy a encontrarle o a hablar con él -puede que sea mañana o dentro de un año, pero cuando cuando aparece en mi vida, lo revuelve todo. Hay una atracción entre nosotros que no puedo explicar. Puede que pasen meses sin que tenga noticias suyas y de repente, ¡coincidimos! ¿Casualidad? Hm, no lo creo.

       Hace una semana, me encontré con él. Hacía nueve meses que no hablábamos.

       Pensando que esto ya tenía que ser cosa del Karma, indagué un poco al respecto y haciendo unos cálculos descubrí que es ¡mi pareja kármica! (Si alguien piensa que esto significó algo, se equivoca, sólo me confundió más). Es decir, que supuestamente estamos unidos desde vidas anteriores y que nos une un conflicto no resuelto (claro, ya decía yo...). En fin, como por mi parte no iba a sacar nada en claro, traté de adivinar por mí misma qué podría pensar mi amigo sobre nuestro caso. Pero como descubrí hace poco: si quieres saber algo de un hombre, no trates de intuir... sólo ¡preguntale! Así que le pregunté. 

 
     Su respuesta no fue la que esperaba. Es más, rápidamente se las ingenió para trazar un plan traviesamente indecente que nos permitiera descifrar esta situación. (Quizá sí que era el karma, que trataba de recompensarme por los 4 años de tiempo perdido que llevo estudiando medicina). Así que se me planteó una interesante disyuntiva: tenía ante mí la posibilidad de resolver años de tensión kármica acumulada y ver si realmente había algo nuestro que podía funcionar o darme la vuelta y continuar con el rumbo que había tomado mi camino. 

        Ahh, pero qué malo es tener que tomar una decisión; y yo que soy tan indecisa. Me llevó un tiempo sentarme a pensarlo. Y no es que pensara mucho, la verdad, pero dentro de mi cabeza se libraba una auténtica batalla. Entre tú y yo, para ser honestos tengo que decir que hace nueve meses hubiese aceptado sin pensarlo dos veces. Pero hoy, tengo motivos para decir que no. En el tiempo en que no nos hemos visto, alguien más ha aparecido para descuadrar la imperfecta ecuación de la Casualidad y ha desequilibrado la balanza... pero eso es una historia para otro café. 


       Por ahora, te contaré que al final dije que no. ¿Qué decir? Soy una de esas personas raras para las que el agua pasada no mueve molinos. Una de esas personas que se mantiene siempre fiel a sí misma y a sus principios. Una de esas personas que, por cerrar un capítulo pasado y comenzar a escribir uno nuevo y mejor, son capaces de desperdiciar una (tentadora) proposición indecente y hacer vacilar toneladas de karma. 

Me alegro, hoy cerré un libro y empecé uno nuevo,
¡Feliz Martes!  
 

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